Es indudable que las enfermedades cardiovasculares constituyen una de las primeras causas de morbimortalidad en el hemisferio occidental, a pesar de los continuos avances en su diagnóstico y tratamiento.
Asímismo, no obstante la implementación de agresivas campañas educativas tendientes a modificar el estilo de vida, con el fin de controlar algunos de los factores de riesgo asociados al desarrollo de los trastornos isquémicos coronarios, éstos suelen afectar en buena parte de los hombres mayores de treinta años y un alto porcentaje a mujeres después de la menopausia.
En Estados Unidos de Norteamérica 25% de la población sufre de hipertensión arterial sistémica; de ellos, cerca de 10% posee alguna enfermedad cardíaca y 40% de todas las muertes, cada año, está relacionado con enfermedad cardiovascular. Es más, los estimativos actuales indican que cerca de 11 millones de estadounidenses padecen algún tipo de enfermedad isquémica del miocardio.
Estos datos hablan de la necesidad imperiosa de identificar, en forma temprana, los factores de riesgo para el desarrollo de la enfermedad y así instaurar las medidas preventivas correspondientes, con el fin de disminuir los altos costos que esta condición presupone en términos de incapacidad laboral, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación. El costo estimado para el tratamiento de la enfermedad coronaria es de alrededor de 117 billones de dólares al año.
Sin embargo, en las pasadas tres décadas se ha observado una franca e importante reducción en las consecuencias de la enfermedad isquémica cardíaca; se presume que los factores involucrados en dicha reducción sean, por una parte, el control de ciertas condiciones de riesgo como el sobrepeso, el tabaquismo, la hipertensión y la hiperlipidemia, y por otra, el refinamiento de los métodos de diagnóstico, tratamiento y de rehabilitación física y ocupacional.
Asímismo, no obstante la implementación de agresivas campañas educativas tendientes a modificar el estilo de vida, con el fin de controlar algunos de los factores de riesgo asociados al desarrollo de los trastornos isquémicos coronarios, éstos suelen afectar en buena parte de los hombres mayores de treinta años y un alto porcentaje a mujeres después de la menopausia.
En Estados Unidos de Norteamérica 25% de la población sufre de hipertensión arterial sistémica; de ellos, cerca de 10% posee alguna enfermedad cardíaca y 40% de todas las muertes, cada año, está relacionado con enfermedad cardiovascular. Es más, los estimativos actuales indican que cerca de 11 millones de estadounidenses padecen algún tipo de enfermedad isquémica del miocardio.
Estos datos hablan de la necesidad imperiosa de identificar, en forma temprana, los factores de riesgo para el desarrollo de la enfermedad y así instaurar las medidas preventivas correspondientes, con el fin de disminuir los altos costos que esta condición presupone en términos de incapacidad laboral, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación. El costo estimado para el tratamiento de la enfermedad coronaria es de alrededor de 117 billones de dólares al año.
Sin embargo, en las pasadas tres décadas se ha observado una franca e importante reducción en las consecuencias de la enfermedad isquémica cardíaca; se presume que los factores involucrados en dicha reducción sean, por una parte, el control de ciertas condiciones de riesgo como el sobrepeso, el tabaquismo, la hipertensión y la hiperlipidemia, y por otra, el refinamiento de los métodos de diagnóstico, tratamiento y de rehabilitación física y ocupacional.
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CONTRASEÑA: Visual.SaC
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