Aunque cada vez es mayor la conciencia de la gravedad de la crisis originada por el VIH/SIDA, la pandemia prosigue implacable, y los datos muestran que el número de mujeres que contraen la enfermedad es, proporcionalmente, cada vez más alto en todo el mundo. Las mujeres jóvenes representan dos tercios de los casos de infección entre los 15 y los 24 años; y cuanto más bajo es su status social, económico y cultural, tanto mayores son las probabilidades de resultar infectadas.
Lo cual, además de hacer que la mejora de la situación de la mujer constituya un asunto no sólo de teología y de ética, sino de salud y de supervivencia, representa para las iglesias -que a menudo justifican e incluso actúan en connivencia con determinadas fuerzas que subordinan y someten a las mujeres- un desafío en orden a modificar sus actitudes y criterio y a emprender iniciativas nuevas y creativas en su acción humanitaria y en el anuncio de su mensaje de esperanza.
Lo cual, además de hacer que la mejora de la situación de la mujer constituya un asunto no sólo de teología y de ética, sino de salud y de supervivencia, representa para las iglesias -que a menudo justifican e incluso actúan en connivencia con determinadas fuerzas que subordinan y someten a las mujeres- un desafío en orden a modificar sus actitudes y criterio y a emprender iniciativas nuevas y creativas en su acción humanitaria y en el anuncio de su mensaje de esperanza.
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